viernes, 29 de noviembre de 2013

Presentación.

No hace mucho, cuando tenía 17-18 años, no era más que una polla asustada y -mucho más- armarizada que veía el peligro ante cuaquier situación que supusiera empalmarme frente a otros tíos.

Mientras lo único que me mantenía cuerdo era la esperanza de que algún día sería un temido follador en una gran ciudad, pajearme fue lo único que me permitió seguir cuerdo. Pajas a todas horas, y en todos sitios. Me encantaba darle una y otra vez a la manivela, bien fuera con porno, o frente a cualquier espectador (e incluso espectadora) que estuviera dispuesto a verme la polla y disfrutar conmigo de ella. Quería chupar y que me chuparan tal y como el porno decía que era posible. Entraba en los chats, me enfocaba los boxers y flipaba cuando la gente adoraba lo que me sacaba de ellos, cuando las suyas se ponían duras mientras yo me pajeaba, y me corría viendo la corrida de otro.

¿Pero quién me creía para mantener a mi polla escondida? Cuando las pajas comenzaron a saber a poco, ella fue tomando el control. Tras algunos meses pasé de rechazarlo a saborear ligeramente el cruising, empezando por algunas escapadas light, sin contacto físico. Sólo quería que me vieran la polla empalmada, porque eso me la ponía muy dura.
 
No mires, no mires, no mires...

Entraba, me plantaba frente al urinario y simulaba estar meando y sobándome el rabo como si aquello no fuera conmigo. Me bajaba los boxers un poco de más, me apartaba del urinario para darles una mejor perspectiva...todo sin girar la cara ni hacer ninguna seña. Mientras se pajeaban, los cuarentones que por allí pupulaban me la miraban descarados sin saber si pretendía algo guarro o directamente era un gilipollas del que se estaban aprovechando. Y yo me ponía muy cachondo.

Cuando la vejiga aprieta en una discoteca, todo se vuelve gay-friendly.

Pero me seguía pidiendo más, y eso era un problema. Yo era un adolescente en una ciudad pequeña donde todo el mundo se conocía, infestado de paranoias. Ir más allá suponía dejarme pajear, mamar, o incluso algo peor, ¿y si me encontraba con algún conocido? ¿Y si mis heteros amigos de toda la vida se enteraban de que me había pasado al lado oscuro?

Cuando comencé la universidad finalmente fui perdiendo la batalla, e iniciándome en el mundo del cruising hasta hoy. En diarionaBal pretendo contar las (aún) pocas experiencias que he tenido en esto del cruising, y de follar con tíos en general. Y lo hago porque hacerlo me empalma, y saber que a otros les empalma me provoca corridas muy lecheras.




1 comentario: