sábado, 7 de diciembre de 2013

Comerte tu propia polla ¿es gay?



Con este vídeo inicial comenzaré una de las cuestiones primordiales y metafísicas de la vida diaria que se me han ocurrido durante la paja de hoy. Wickydkewl realizaba no hace mucho esta aportación, en la que preguntaba a diversos tíos sobre la masturbación y la auto-felación. Preguntas con trampa, que podéis responder por vosotros mismos:

¿Crees que es gay comerle la polla a otro tío?
A lo que la mayoría respondían, obviamente, que sí.

¿Crees que es gay chupar tu propio nabo?
Aquí ya surgieron algunas dudas, pero la respuesta fue sí.

¿Crees que es gay pajear a otro tío?
Respuesta general, sí.

¿Crees que es gay pajearte a ti mismo?
¡Ajá! No, respondieron en masa los mariquitas.

Ejemplo de pasivo multitarea.
En general, estamos de acuerdo en que estas son las respuestas que daría la mayoría de la gente, heteros o gays. Analicemos los descubrimientos:

domingo, 1 de diciembre de 2013

Pequeñas mariconadas entre heteros: Quedadas para pajearse.


Durante estos años he leído y escuchado a muchos gays que fueron descubriendo el premio que les había tocado durante la adolescencia, e incluso durante la madurez. Bien, mi caso fue totalmente contrario. Desde que tengo uso de razón, siempre recuerdo haberme sentido atraído por lo mismo que me colgaba a mí ahí debajo.

Eso me supuso algunos problemas, y pero también ventajas. Rodeado de mis amigos heteros, acepté resignado la misión de infiltrarme en sus filas, hacerme pasar por uno de ellos, y de paso, disfrutar y entender su forma de llevar la sexualidad.

Ahora toca hacer un repaso de las distintas etapas sexuales por las que pasan todos los niños (y niñas). Aunque ya adultos pueden ser perfectamente heteros o (im)perfectamente gays, durante su camino a la adolescencia las cosas son bastante más borrosas, y cuando se trata de explorar la sexualidad, todo se vuelve más flexible.

Una de las primeras veces que me encontré rodeado de nabos, fue en esas míticas quedadas hetero para ver porno y pajearse (cada uno su polla) bajo el más absoluto secretismo. Porque sí amigos, existen y son bastante gayer. En este caso, el ritual consistía en juntarse un grupo de 5 o 6 tíos en una casa donde el canal plus se encontrara perfectamente pirateado, con su pornografía accesible.

Nos repartíamos estrategicamente por los sofas. Este paso era muy importante, pues los sofás traseros permitían ver de reojo tanto la tele como las pollas de tus amigos sentados en los sofás más próximos a la televisión. Mientras que estos últimos eran para aquellos que preferían centrarse en ver porno, y a la vez dar a conocer que su polla era la más larga, y por tanto ellos eran los más machos.


Perfecta recreación de una quedada hetero.

Al contrario de lo que pudiera parecer, yo siempre solía sentarme en los sofás más adelantados, los de recibir las miradas. Lo hacía así para evitar tentaciones y no levantar sospechas...y que coño, normalmente tenía el rabo más largo.

viernes, 29 de noviembre de 2013

Los inicios: Guarreando en la playa.

Una de las primeras veces que me dejé pajear, a los dieciocho, fue en una de esas playas nudistas repletas de gente llevando a cabo el mágico ritual del paseo-apareamiento cruisil, que consiste en caminar y caminar hasta que encuentras una polla decente o una boca dispuesta a chupar. Elegí un día laboral -tampoco quería que aquello fuera una orgía viviente- y con más nervios de los necesarios comencé el camino hacia la "arena". Mi idea en principio no era la de acabar con la polla metida en la boca de nadie, tan sólo pretendía hacer un poco de sano nudismo para que mi cuerpo entero cogiera algo de color. Pero sabía que esa posibilidad estaba ahí, tan morbosa...


Dos machos practicando el ritual de paseo-apareamiento cruisil.

Debían ser las tres de la tarde cuando comencé a ver a gente en pelotas. Con mi toalla y mi bañador blanco de Quicksilver, caminé durante algunos minutos a través de las dunas mientras el límite entre la zona nudista y "no-nudista" se iba dufiminando poco a poco. Algunas pollas tostadas al sol mientras sus dueños tomaban la siesta, pero poco más. O eso creí.

En la zona más alejada del mar, más allá de las dunas, habían árboles, muchos árboles. Y justo antes de comenzar a buscar un sitio donde asentarme, vi a un hombre de unos treinta y pocos sentado sobre el tronco de un árbol talado, medio escondido y observándome. Traté de hacerme el remolón, con la mirada fija hacia el frente, hasta que agachó la cabeza...Aproveché para dar una ojeada, y flipé con la escena. El tío estaba allí sentado sobre el tronco, vestido pero con la polla fuera, pajeándose mientras miraba una revista. ¿Qué coño...? Fue lo único que pensé. Pajeándose con una revista en la playa, vestido, y en mitad de agosto.

La escena era extraña, y algo morbosa. Después pensé que quizás el tío iba de rollo "finjamos ser heteros". Pensé que quizás hubiera estado bien ir a preguntarle un inocente perdona, ¿tienes hora? a la vez que mi cara fingía una tremenda sorpresa al encontrar su mano estrujando su polla, para acabar preguntándole inocentemente si por favor compartía la revista y me dejaba pajearme también...pero no fueron más que fantasías. En aquel momento el WTF me dominó y seguí mi camino hasta la playa.

Presentación.

No hace mucho, cuando tenía 17-18 años, no era más que una polla asustada y -mucho más- armarizada que veía el peligro ante cuaquier situación que supusiera empalmarme frente a otros tíos.

Mientras lo único que me mantenía cuerdo era la esperanza de que algún día sería un temido follador en una gran ciudad, pajearme fue lo único que me permitió seguir cuerdo. Pajas a todas horas, y en todos sitios. Me encantaba darle una y otra vez a la manivela, bien fuera con porno, o frente a cualquier espectador (e incluso espectadora) que estuviera dispuesto a verme la polla y disfrutar conmigo de ella. Quería chupar y que me chuparan tal y como el porno decía que era posible. Entraba en los chats, me enfocaba los boxers y flipaba cuando la gente adoraba lo que me sacaba de ellos, cuando las suyas se ponían duras mientras yo me pajeaba, y me corría viendo la corrida de otro.

¿Pero quién me creía para mantener a mi polla escondida? Cuando las pajas comenzaron a saber a poco, ella fue tomando el control. Tras algunos meses pasé de rechazarlo a saborear ligeramente el cruising, empezando por algunas escapadas light, sin contacto físico. Sólo quería que me vieran la polla empalmada, porque eso me la ponía muy dura.
 
No mires, no mires, no mires...

Entraba, me plantaba frente al urinario y simulaba estar meando y sobándome el rabo como si aquello no fuera conmigo. Me bajaba los boxers un poco de más, me apartaba del urinario para darles una mejor perspectiva...todo sin girar la cara ni hacer ninguna seña. Mientras se pajeaban, los cuarentones que por allí pupulaban me la miraban descarados sin saber si pretendía algo guarro o directamente era un gilipollas del que se estaban aprovechando. Y yo me ponía muy cachondo.

Cuando la vejiga aprieta en una discoteca, todo se vuelve gay-friendly.

Pero me seguía pidiendo más, y eso era un problema. Yo era un adolescente en una ciudad pequeña donde todo el mundo se conocía, infestado de paranoias. Ir más allá suponía dejarme pajear, mamar, o incluso algo peor, ¿y si me encontraba con algún conocido? ¿Y si mis heteros amigos de toda la vida se enteraban de que me había pasado al lado oscuro?

Cuando comencé la universidad finalmente fui perdiendo la batalla, e iniciándome en el mundo del cruising hasta hoy. En diarionaBal pretendo contar las (aún) pocas experiencias que he tenido en esto del cruising, y de follar con tíos en general. Y lo hago porque hacerlo me empalma, y saber que a otros les empalma me provoca corridas muy lecheras.